En la Londres del siglo XVI, el mismo día, nacen dos niños; el uno, en medio de la opulencia y, el otro, en la más absoluta pobreza.
El pequeño adinerado es, nada más y nada menos, el tan esperado heredero de la corona inglesa, Enrique Tudor, príncipe de Gales e hijo de Enrique VIII. En cuanto al miserable niño, tan solo es uno de los tantos chiquillos anónimos que pululan en los barrios marginales de la ciudad; criaturas no deseadas que vienen al mundo a padecer hambre, frío, maltrato y discriminación social.
Como es de suponer, las infancias de ambos seres no pueden ser más disímiles. Mientras el príncipe va creciendo en medio de unos lujos, una educación, y unas atenciones excesivas, el pordiosero, cuyo nombre es Tom Canty, malvive en un callejón inmundo, con un padre y una abuela, borrachos, ladrones y maltratadores, con dos hermanas ignorantes, y con una madre bondadosa pero incapaz de enfrentarse a los verdugos de la familia.
Sin embargo, pese a sus diferencias, los dos niños comparten algunas características en común. La primera de ellas, es la inteligencia; pues si bien Tom no puede acceder a la magnífica instrucción que recibe Eduardo, las enseñanzas que le procura un viejo sacerdote son suficientes para despertar su entendimiento, sus ansias de conocimiento y su fascinación por los libros.
Además, los pequeños también comparten la inocencia y la nobleza innata de la niñez, y una extraordinaria similitud física, parecido este último que los va a hacer vivir la más grandiosa aventura, una vez se encuentren y jueguen a cambiar de roles.
Libro con 240 páginas y 33 capítulos.
Con la simpleza, la ingenuidad y el humor propios de Twain, esta historia es, además de una excelente novela de aventuras, una mordaz crítica a las diferencias sociales, a las costumbres de la monarquía y a las leyes injustas que prevalecieron en la época en la que se sitúan los hechos.
Adicionalmente, hay que mencionar que el autor vuelve a recurrir a personajes infantiles para aleccionar al lector respecto a la importancia de la misericordia para con el prójimo.
Puntuación: 5/5
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