-Tiene visita, señor Arturo- le anuncio el ama de llaves desde la puerta.
-Échela, María. Ya les he dicho que no quiero que me vean así- dijo el anciano con severidad, sin moverse un ápice de donde se hallaba sentado.
Hacía dos meses que había ocurrido el accidente, y Arturo aún no se hacía a la idea de que ya no volvería a ver. Y es que si para una persona corriente aquello habría supuesto un golpe demoledor, para él, un lector empedernido, dicho impacto se le había antojado insoportable.
Así, entonces, los días se le habían convertido en tediosas jornadas solitarias en las que ni siquiera se animaba a salir de su habitación. Lo único que hacía por mantenerse vivo era rumiar unos cuantos alimentos y asearse con la ayuda de su empleada.
Se había negado rotundamente a recibir a familiares y amigos. Determinación, esta, que primero preocupó a los aludidos, pero que con el paso de los días estos empezaron a olvidar, apoyados en el lógico argumento de que si el viejo no quería recibir su ayuda, lo mejor era dejarlo solo con sus rabietas y su mal humor.
Arturo sintió los pasos de la empleada alejándose de su cuarto y se permitió derramar un par de lágrimas por debajo de sus lentes oscuros. Allí estaba, volviendo a rechazar cualquier contacto con el exterior y todo por ese maldito orgullo que no le permitía retractarse de la elección que públicamente tomase de convertirse en ermitaño.
De pronto volvió a percibir pasos, pero esta vez acercándose a él, y dio por hecho que su empleada había regresado.
-¿Quién era, María?- preguntó en un tono impasible, intentando disimular su interés.
-Soy yo, abuelo, Cristian- le respondió una voz adolescente.-María no me quería dejar entrar porque ella, al igual que mis padres, es una mentirosa. Dicen que no debo molestarte porque estás ciego y no puedes leer así. Pero es obvio que nadie puede quedarse ciego cuando puede contar con los ojos de un amigo. Solo dime con qué libro empezamos…Tenemos toda la tarde.
Y así fue como por primera vez, después del accidente, el anciano volvió a sonreír.
Historia inspirada en una experiencia de un lector anónimo.
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