martes, 12 de enero de 2021

Historia de un lector #11


 Todos los que ya habían pasado por aquel suplicio, daban fe de que prestar el servicio social obligatorio era lo peor que te podía suceder en noveno grado. Pero también aseguraban que unos lo pasaban peor que otros. Por ejemplo, los chicos que eran aceptados como ayudantes de  un profesor de un jardín de infantes, casi siempre se divertían mucho con los juegos de los chiquillos. En cambio, quienes entraban al servicio de la biblioteca del instituto, tenían un riesgo elevadísimo de morir de aburrimiento.

Pero aquella cuestión nunca quedaba al azar. En realidad, los que primero se inscribían al servicio eran los que escogían lo mejor. Y bueno, como la fortuna no siempre ha estado de mi lado, resulta que por cuestiones de la vida, fui de las últimas en poner mi nombre en la lista, por lo que no tuve elección; debía ser la asistente de la vieja biblioteca del colegio.

El primer día me recibió la bibliotecaria, una anciana rellenita, de baja estatura, cuyo rostro parecía jamás haber sonreído. Con una canción de ópera, de fondo, la señora me dejó claro, desde un principio, que tenía prohibido hacer prácticamente cualquier cosa que no fuera desempolvar y reacomodar los ajados ejemplares de la biblioteca en los nuevos estantes que acababan de llegar.

En los siguientes días traté de cruzar alguna palabra con la señora, pero después de varios intentos fallidos, me resigné a guardar silencio, por lo que tuve que inventar algo para no sentirme agobiada con la monotonía del trabajo, y así fue como empecé a imaginar las historias de los libros, a partir de sus títulos. Y bueno, una cosa llevó a la otra, y al final terminé leyendo páginas sueltas y luego novelas completas.

Pocos días después apareció una vacante para ayudar en un jardín de infantes y me la ofrecieron para cambiar mi servicio actual. La rechacé. Ya había comenzado a jugar con Verne y sus secuaces, y eso era mejor que hacerlo con cualquier niño.

Historia inspirada en una experiencia de una lectora anónima.

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