Escribir una obra que aborde temas comunes de forma tan singular que, pese a ser aquellos harto conocidos por el lector, logren despertar y mantener el interés del mismo es, a mi modo de ver, un verdadero arte que solo auténticos maestros de la narrativa pueden llegar a hacer.
Y sí. Gabo es uno de esos genios que se valía de sucesos cotidianos para generar ficciones deslumbrantes; que se apoyaba en realidades insulsas, para crear historias extraordinarias y que no necesariamente debían de enmarcarse dentro del realismo mágico para sorprender y cautivar.
Y es que amén de sus novelas y cuentos, en los que predominan los elementos fantasiosos, García Márquez nos obsequió otras obras más inclinadas hacía el realismo, como fascinantes piezas periodísticas, el principio de su autobiografía, magníficos guiones cinematográficos y la obra presente, que constituye su aporte al teatro... ¡Y qué aporte!
Se trata de un monólogo que, como su nombre lo indica, está dirigido a un hombre, el cual en la puesta en escena no es más que un maniquí leyendo un periódico.
Pero, ¿quién osa dirigirle la palabra a aquella figura inerte? Pues es, nada más y nada menos, que una esposa cansada y desdichada, quien a postas de celebrar las bodas de plata con su marido, decide echarle en cara, a este último, años de infelicidad, suscitados por engaños, hipocresías y compromisos tácitos que adquieren frente a la sociedad de clase alta de la que empiezan a hacer parte.
Desesperación, dolor y frustración se combinan en el discurso de aquella mujer de carácter, quien, a pesar de aludir a recuerdos muy particulares de su vida conyugal, es el reflejo de lo que muchos matrimonios viven en la privacidad de sus hogares y que, por monotonía, miedo y deseos de guardar las apariencias, deciden tragarse sus sentires y sostener perpetuamente esa farsa que termina por volverles desgraciados.
Sin embargo, aun con ese tono pesimista que se puede percibir a lo largo de toda la obra, esta tiene unos tintes cómicos y un final estrafalario que no permiten que se torne deprimente.
Puntuación: 4.5/5
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