NEGAR LO QUE SENTIMOS. De las cosas más absurdas e inútiles que podemos intentar hacer. Porque, por más que tratemos, no podemos engañarnos a nosotros mismos ni engañar a los demás. Porque a los sentimientos no les gusta permanecer ocultos. Porque ellos mismos se delatan con miradas, roces y gestos.
Sin embargo, el hecho de que esta cuestión sea así, no hace que nosotros dejemos a un lado la fea costumbre de intentar actuar para no poner en evidencia nuestras emociones, como ciertamente hará Poppy en el presente libro.
Poppy se siente herida, utilizada y traicionada, y no es para menos: se acaba de enterar que Hawke, el guardia al que se entregó completa, se acercó a ella con un propósito muy diferente al que le hizo creer que inducía sus acciones, para lo cual fraguó un sinfín de engaños.
No obstante, más allá del odio que le gustaría experimentar por Hawke, de los recelos que ahora siente hacia él, y de las ganas constantes que le entran de agredirlo, Poppy no puede eludir la realidad. No puede disimular que, pese a todo, continúa preocupándose, deseando y queriendo a ese hombre.
Ahora bien, este es el conflicto que veremos aquí solamente en lo que respecta a la cuestión romántica. Ya en lo que se refiere al hilo conductor de la trama, no voy a develar mucho para no hacer spoilers. Nada más advertiré que en esta entrega nuestros protagonistas deberán enfrentar a varios enemigos, así como también vérselas con fuerzas misteriosas, unas procedentes de sus mismísimas naturalezas y, otras, de un mundo agreste y misterioso, que parece estar cambiando de forma acelerada.
Una segunda parte que se encuentra a la altura de la primera, en la cual tendremos una mirada más amplia y profunda al universo tan rico y fascinante que ha construido la autora para la historia; al tiempo que seremos obsequiados con mucho más drama, acción, momentos de infinita ternura y pasión entre nuestros protagonistas, con un espectacular desarrollo de personajes y con unos giros impresionantes.
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