CÓMPLICES. Cuando sabemos que alguien ha cometido un acto reprobable, que ha afectado a una o a más personas, pero decidimos mirar hacia otro lado, ya sea porque nos importa más la relación que tenemos con el culpable, o por las consecuencias que nos traerían a nosotros mismos el denunciarlo, estamos siendo cómplices silenciosos de la atrocidad, del daño que ese alguien cometiera contra aquel o aquellos inocentes.
Y es que, no nos digamos mentiras, es mucho más fácil cerrar los ojos, ser ciegos a la maldad, que combatirla. Porque ¿para qué nos vamos a meter en asuntos que no nos incumben? Pues te lo digo yo: por solidaridad y empatía; por el sentido de la justicia y del deber; por simple y llana humanidad.
Jack aparece muerto en su casa, y el principal sospechoso de su asesinato parece ser su mejor amigo de toda la vida, Ryan.
Pero Edie, quien fuera la esposa de Jack, y la tercera integrante del grupo inseparable que conformaran los dos amigos y la mujer, no cree que Ryan sea el culpable. O, bueno, quizá es que no quiere creerlo porque entonces eso atentaría contra los sentimientos que guarda hacia él, y la imagen que se ha formado del "hermano" de su esposo.
Así comienza, entonces, una historia corta, pero impactante y delirante, en la que aunque no tendremos una amplia lista de sospechosos, los cuatro personajes principales del drama, con sus pasados, sus intenciones ocultas, sus planes, sus silencios y sus venganzas, lograrán hacernos vivir una aventura escabrosa, que nos recordará por qué es importante no hacernos los ciegos ante las situaciones difíciles que nos toca presenciar o conocer.
Una novela ágil y absorbente, que nos acercará a un caso que se nos va a antojar real, que nos llevará a ponernos en la posición de un testigo que calla lo que sabe, que nos hará cuestionarnos acerca de lo que nosotros habríamos hecho en sus circunstancias, y que nos hará recordar si en algún momento hemos estado en una situación, si bien, no igual de grave, también reprochable, y ante ello hemos guardado silencio.
Un libro que no vas a poder soltar; un thriller ligero para devorar.
Puntuación: 4.5/5
Y es que, no nos digamos mentiras, es mucho más fácil cerrar los ojos, ser ciegos a la maldad, que combatirla. Porque ¿para qué nos vamos a meter en asuntos que no nos incumben? Pues te lo digo yo: por solidaridad y empatía; por el sentido de la justicia y del deber; por simple y llana humanidad.
Jack aparece muerto en su casa, y el principal sospechoso de su asesinato parece ser su mejor amigo de toda la vida, Ryan.
Pero Edie, quien fuera la esposa de Jack, y la tercera integrante del grupo inseparable que conformaran los dos amigos y la mujer, no cree que Ryan sea el culpable. O, bueno, quizá es que no quiere creerlo porque entonces eso atentaría contra los sentimientos que guarda hacia él, y la imagen que se ha formado del "hermano" de su esposo.
Así comienza, entonces, una historia corta, pero impactante y delirante, en la que aunque no tendremos una amplia lista de sospechosos, los cuatro personajes principales del drama, con sus pasados, sus intenciones ocultas, sus planes, sus silencios y sus venganzas, lograrán hacernos vivir una aventura escabrosa, que nos recordará por qué es importante no hacernos los ciegos ante las situaciones difíciles que nos toca presenciar o conocer.
Una novela ágil y absorbente, que nos acercará a un caso que se nos va a antojar real, que nos llevará a ponernos en la posición de un testigo que calla lo que sabe, que nos hará cuestionarnos acerca de lo que nosotros habríamos hecho en sus circunstancias, y que nos hará recordar si en algún momento hemos estado en una situación, si bien, no igual de grave, también reprochable, y ante ello hemos guardado silencio.
Un libro que no vas a poder soltar; un thriller ligero para devorar.
Puntuación: 4.5/5
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