Ignacio Reilly es un gordiflón de treinta años que vive de mantenido en casa de su madre en Nueva Orleans, dedicado a gastar en sus aficiones el dinero de su progenitora y a escribir, de forma desordenada, un tratado en donde denuncia la sociedad del siglo XX.
Ahora bien, cuando la señora choca su auto contra una propiedad privada y se ve obligada a responder económicamente por los daños, la vida apacible de Reilly se ve truncada, pues a este se le exige hacer algo a lo que no está acostumbrado: trabajar.
Pero claro, este solo es uno de los personajes de esta historia, aunque cabe destacar que es entorno al cual se teje la novela.
Así, además de Reilly, el perfecto ejemplo de hombre pretencioso, antisocial, anacrónico y patético, se encuentran diversos personajes absurdos, tales como un policía a quien se le exige capturar a un sospechoso, ataviado con disfraces que le escoge su jefe; el heredero de una compañía de pantalones a quien poco le importa su empresa, para disgusto de su hipócrita y petulante esposa; la dueña de un bar que comercia con pornografía, a espaldas de las autoridades; un negro que se ve inducido a trabajar como barrendero por menos del salario mínimo; un anciano obsesionado con el comunismo, a falta de encontrar a una mujer que lo quiera; entre otros tantos variopintos individuos cuyas existencias se entremezclan para dar origen a las más descabelladas situaciones.
Libro con 389 páginas y 14 capítulos, narrado en pasado y en tercera persona.
Aunque hace mucho tenía ganas de leer esta obra, tengo que confesar que me dejó cierto sabor agridulce, y es que me generó sensaciones contradictorias. Por una parte, me causó gran admiración la construcción de los personajes, las descripciones, el modo en el que se entrelazan las tramas, las situaciones y los diálogos ingeniosos; pero, por otro lado, no llegué a simpatizar con el protagonista, pues se me antojó demasiado repulsivo y descarado para mi gusto.
Pese a ser una novela humorística, no me reí. La verdad es que se me hizo pesada y todo el rato estuve padeciendo el, para mí, insoportable Reilly.
Puntuación: 3.5/5
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