En este libro, el autor nos muestra anécdotas de su vida como médico residente, la mayoría de ellas divertidas, pero algunas otras crudas y dolorosas, acerca de un oficio que no eligió por pasión pero que intentó desempeñar de la mejor manera que pudo.
Adam nos narra los acontecimientos más relevantes que vivió durante seis años, tanto dentro como fuera de un hospital. Así, asistimos a cómo el ser médico le dió satisfacciones, acompañadas de problemas con su pareja y amigos, ante las extensas jornadas laborales que constantemente interfirieron con su vida privada.
En estos diarios vemos a un hombre de carne y hueso, desmitificando todas aquellas percepciones idílicas del médico intachable y moralmente correcto.
Este libro cuenta con 284 páginas, agrupadas en 10 capítulos, y está narrado en pasado, en primera persona, por el autor. El lenguaje es sencillo, y fluido; no obstante, los tecnicismos médicos abundan, pero, para compensar este hecho, hay diversas anotaciones al pie de página, que explican el significado de la terminología empleada, con el mismo humor con el que está escrito el libro.
Les confieso que para que un libro me haga reír, se necesita mucho, y para que me haga interrumpir mi lectura para estar dando un vistazo a las anotaciones del autor, se necesita mucho más, pero en este caso, ambas cosas las ha logrado con creces. El tono irónico y el humor negro del que se vale Adam, no te deja impasible en ningún momento, pintándote por lo menos una sonrisa por cada página.
Pero, aunque el autor se burle prácticamente de todo, incluyendo las dolencias de sus pacientes y sus desgracias personales, es imposible no simpatizar con él y conmoverse ante su lado sensible y altruista, que si bien, no le sirvió para permanecer ejerciendo su profesión, le permitió cambiar la vida de miles de personas, así como conservar gratos recuerdos de su trabajo.
Puntuación: 5/5
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