Este libro narra los últimos diez años de la guerra de Troya, la cual se libra entre dos bandos: los aqueos y los troyanos, a causa del rapto de Helena, por Paris, el príncipe de Troya.
La historia comienza cuando Aquiles, el más valeroso de los aqueos, se enfurece con Agamenón, el rey de dicho pueblo. Su cólera responde a que el guerrero se ha quedado con una esclava, que Aquiles ha ganado como trofeo de batalla.
Así pues, Aquiles decide retirarse de la batalla junto con su ejército, observando cómo los troyanos derrotan a los suyos, pero resistiéndose a hacer algo al respecto.
No obstante, en algún momento Aquiles manda a combatir, en su lugar, a su mejor amigo, Patroclo, con lo que lo destina, sin saberlo, a una muerte a manos de los enemigos. Y, precisamente es esa pérdida la que hace que el héroe entre en batalla y cometa un acto que enfurece a los dioses.
Este libro cuenta con 591 páginas, agrupadas en 24 cantos. El narrador es omnisciente y constantemente relata acontecimientos anteriores a la acción, al igual que vaticina hechos que se desarrollarán posteriormente.
Hace mucho tenía pendiente esta obra, pero no me había arriesgado a leerla porque me intimidaba enormemente que fuera tan antiquísima, que tuviera tantos nombres complejos y que versara acerca de una guerra (no me atraen los enfrentamientos bélicos). Por fortuna dejé a un lado todos estos pensamientos preconcebidos y abordé el libro. ¿Cuál no sería mi sorpresa cuando me vi absorto en la historia, hasta tal punto de no querer apartarme de ella?
Si bien, numerosas partes relativas a la batalla se me hicieron pesadas, la historia en sí me fascinó. La intervención y el carácter de los dioses, el valor y la audacia de los guerreros, los sufrimientos de quienes perdían a un amigo o familiar en la batalla. Simplemente magistral.
Es sorprendente cómo una obra que tiene más de dos mil años, retrate de un modo tan perfecto la naturaleza humana y llegue a conmover hondamente al lector.
Puntuación: 4/5
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